22.1.24

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Acerca de este artículo

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Desde la restauración capitalista en la antigua URSS y los países del bloque del Este entre finales de los años 80 y primeros 90, los argumentos contrarios a la posibilidad de una economía socialista planificada eficiente han pasado a ser hegemónicos incluso entre amplios sectores de las fuerzas políticas y de los científicos sociales comprometidos con el cambio social emancipador3. Estos argumentos, que tienen su origen en la reacción de los círculos académicos y políticos más conservadores al ascenso revolucionario del periodo de entreguerras en el pasado siglo, se reducen a sugerir que la única forma posible de cálculo económico racional es la que proporciona el mercado a través del dinero y la formación espontánea de precios, por lo que, en ausencia de éstos, la eficiencia de un sistema socialista quedaría irremediablemente lastrada; o en otras palabras, la propiedad privada de los medios de producción –que implica la producción mercantil, y por tanto también el capital (el valor que se valoriza, esto es, la autoexpansión de las inversiones)– sería condición necesaria para la racionalidad económica. Paradójicamente, el dominio prácticamente absoluto de estas ideas incluso en la izquierda se produce cuando el desarrollo técnico en los campos de la informática, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial permite por primera vez en la historia una completa y genuina contabilidad económica socialista (esto es, una contabilidad sin mercado y sin dinero) que amplía formidablemente las posibilidades de la planificación económica.

Con el fin de contribuir a reabrir el debate sobre las posibilidades del socialismo en la actualidad proponemos en este artículo un modelo de economía planificada basado en las ideas de Marx y que aspira a ser superior a la organización capitalista de la actividad en un doble plano: i) el económico, por su mayor capacidad para desarrollar las fuerzas productivas, al permitir asignar los recursos de un modo más eficiente, rápido y flexible que el mercado, sin derroches materiales, desempleo y crisis; ii) el democrático, al permitir el control social de la producción orientando el desarrollo económico hacia metas libremente elegidas por el conjunto de la sociedad, conforme al principio de igual poder de decisión para todos los individuos (frente a la plutocracia capitalista, que subordina el cuerpo social a las exigencias de valorización del capital). Con esta propuesta no se trata, conviene dejarlo claro, de avanzar diseños institucionales acabados ni métodos concretos de asignación o toma de decisiones, sino de algo mucho más esencial para el estado actual del debate, como es proponer algunos principios básicos necesarios para fundamentar un mecanismo de planificación coherente y eficiente de acuerdo a las posibilidades técnicas del presente. Esto supone, lógicamente, dejar de lado los problemas del periodo de transición al socialismo, caracterizado por la supervivencia durante un tiempo indeterminado de relaciones y prácticas mercantiles, con la intención de explorar las propiedades y posibilidades formales de la planificación como forma de organización económica alternativa a la capitalista. La referencia teórica fundamental para establecer nuestra propuesta es la obra conjunta de Paul Cockshott y Allin Cottrell, los dos autores que con mayor ambición y rigor han contribuido en las dos últimas décadas a la actualización del proyecto económico socialista (y no de un sucedáneo estatista o mercantil), situando los argumentos en favor del socialismo y la planificación nuevamente a la ofensiva.

Para exponer nuestras ideas dividimos el artículo en tres partes. En la primera de ellas (apartado 2) repasamos el desarrollo del debate acerca de la supuesta imposibilidad del cálculo económico en una economía socialista y señalamos el giro reciente que se ha experimentado con nuevos argumentos a favor de la planificación en base a los desarrollos técnicos de las últimas décadas. En la segunda parte (apartado 3) presentamos nuestra propuesta de un mecanismo de planificación socialista sujeto a dos niveles de control: uno global o macroeconómico, para fijar democráticamente objetivos generales del desarrollo económico y social, y otro individual, al someter el vector de producción final de bienes y servicios a las preferencias de los consumidores, lo que permite ajustar en tiempo real la marcha del plan. Finalmente (apartado 4), esbozamos las características generales de un procedimiento de coordinación iterativa que implique a las empresas en la elaboración y ejecución del plan a través de un sistema de incentivos materiales.